Una joya del siglo XVII entre la fe y la memoria
La Ermita de San Jerónimo, levantada en 1654 según indica una lápida en su altar, es uno de los testimonios más antiguos de la arquitectura religiosa en Tacoronte. Fue mandada a construir por Oliveros de Romelet y doña Isabel de Bolineau, su esposa, y se alza sobre los restos de una ermita anterior, donde ya se rendía culto a San Jerónimo.
Su estructura es de planta rectangular, con unas dimensiones de 12 x 6 metros, y una sacristía adosada al lado derecho. El presbiterio se eleva ligeramente gracias a un escalón, dando mayor protagonismo al altar.
Los muros de mampostería encalada, junto con el campanil de cantería, reflejan la sobriedad de la arquitectura canaria tradicional. Algunos elementos de la fachada han sido revestidos con cemento, lo que evidencia intervenciones posteriores, probablemente para su conservación.
La cubierta de cuatro faldones está reforzada por tirantes de madera que equilibran las presiones de los muros, y destaca por su almizate decorado con motivos geométricos, un detalle que añade belleza a su interior.
Más allá de su valor estético, esta ermita guarda siglos de devoción, siendo aún hoy un lugar de referencia en la espiritualidad del municipio.